Microrrelatos de abogados

La china

Es opinión de esta defensa que los luctuosos sucesos ocurridos el día de autos, adolecen, señoría, de tipicidad. El argumento del fiscal, según el cual mi defendida, conocida como la China, incitó al difunto a realizar el acto sexual, desenfrenadamente, para, a sabiendas de su débil estado de salud, provocarle la muerte, carece de relevancia penal -en los bancos del público, ocupados por la escoria de la ciudad, se extiende un rumor de de risas y comentarios jocosos, un becario exclama ¡vamos, que le mató a polvos!, su señoría amenaza con desalojar la sala si prosigue el tumultosalvo el esperpento de considerar los evidentes encantos de la acusada, como arma homicida, por tanto, solicitamos la libre absolución. Su señoría pregunta al secretario si consta en la causa el teléfono de la acusada y declara el visto para sentencia. Ella abandona la sala, dejando una estela de suspiros .

Navegante de sueños

La junta de la trócola sufría una sutil, pero pertinaz, pérdida de refrigerante, lo que causó que, en un momento funesto, el vástago de la bomba ectoplásmica se gripara. No voy  a pormenorizar, por mor del orgullo propio, las reacciones que me produjo el súbito disparo de todos los sistemas de alarma. El vértigo que provoca encontrarse en una nave inerte, a la deriva, en algún punto de la ruta a Andrómeda, debe ser similar al de hallarse en mitad del desierto, sin brújula, en una noche oscura. Por no hablar del frío interestelar, kelviniano, que comienzo a sentir, no tardaré en convertirme en un carámbano, mal fin para cualquiera, pero especialmente cruel para un flamante abogado del cuerpo jurídico de la flota, con el esfuerzo que me costó aprobar la oposición… Despierto angustiado, el Halcón Milenario sigue colgando del techo, Chewbacca dormita sobre el manual de Civil, perro ilustrado…

Al este de Smara

Y me pregunto… ¿Qué hago yo, empapado de sudor, a lomos de este camello, mientras un sol inmisericorde, cae a plomo sobre mi cabeza? ¿qué invisible hilo me ha llevado de Don Facundio López, alférez, que fue, de la Legión, muerto al estrellar su vehículo en un socavón de la Castellana, al cartapacio de vetusto cuero negro, donde se recogían sus últimas voluntades, y de éste, a la ruta de camelleros que discurre entre Smara y Tombuctú, cruzando Sáhara y Sáhel?. Que el alférez me eligiera como albacea testamentario, siendo yo un desconocido abogado, recién colegiado, fue una gran sorpresa. No menor resultó el contenido de sus últimas voluntades, “Lego todos mis bienes a la familia de los Tawhilam, tuaregs, con domicilio cambiante en cualquiera de los oasis del camino a Tombuctú”.

No crecen rosas al este de Smara. Sigo el camino que señalan las estrellas, busco a los Tawhilan.

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